domingo, 16 de octubre de 2011

HUMBERTO DÍAZ-CASANUEVA SOBRE "RESPONSORIALES" DE HUGO MUJICA.



Hugo Mujica (Buenos Aires 1942), poeta que ha estado escuchando la música / no el instrumento, quiso en esos éxtasis arrancar su espejo a su propio nadie. Sobre el fluir heraclitano, un puente frágil que jamás ha de constituirse del todo. La apariencia es una ilusión reproductiva que por arte de magia sustantiza, recupera la apariencia y así sucesivamente. No alcanza a constituirse el dualismo fijando los límites del orden natural; aquí la conciencia significante, allá las cosas y sus signos que han de detectarse. Juego de vislumbres, mas no caos informe ni revés de la realidad sino conjunto de formas puras en que implícitamente la realidad trascendental renace sin sosiego.


He aquí lo laberintico sin vértigo, más bien el ordenamiento claro y preciso. Porque claridades como éstas no hay en la poesía actual. Lo importante es que el creador, con atrevida clarividencia, ha encontrado una vía que le permite identificaciones primordiales, fusión de los contrarios, síntesis ontológica, apelando raras veces a la imagen, más bien a la definición, a la quiddidad, a la comprobación de la verdad del fundamento que es poética. No existe ambigüedad alguna. El poeta, lucido hasta el extremo, nos entrega un resultado a la vez que un método, una dialéctica propia que nos recuerda la definición intrínseca de los escolásticos, la que destaca los principios inherentes a lo que se trata de definir.

Es un proceso de determinación, que dentro de una lógica muy especial, se resuelve en revelación o creación. Delante no en los ojos / es siempre más ahora que el espejo de la memoria / siempre más nunca que cada ahora.

Podría estimarse que con tal procedimiento de reducción fenomenológica que “crea” una nueva experiencia y nos aproxima a la poesía pura, dadora de esencias. Pero esta zona de esencias a la cual nos impele Hugo Mujica no es “pura” o enrarecida; como poeta, procede por reducciones para llegar a la irreductibilidad de lo real en cuanto asiento del ente. Nos enfrentamos con una poesía, velada por el por un juego musical que al ocultar, expresa, y al expresar, profundiza su abismo, siendo en su totalidad, implacablemente dramática y angustiosa, transida por el dolor y la incertidumbre del hombre y de su muerte. Ansia desmesurada por el ser se nos evade cuando más nos permite ser.

Obsérvese que el lenguaje está siempre articulado; no hay erosiones ni quebranto de proposiciones ni afán de desmoronar en polvo la materia verbal. Por el contrario, el poeta nos presenta un conjunto coherente, producto de una inagotable transmutación. Estimase que la poesía moderna carece de logicidad formal, pero los últimos descubridores y exégetas nos descubren un verdadero sistema lógico, que está al margen de lo arbitrario, más bien dicho una lógica sui generis (a la que han contribuido Wittgenstein y Carroll), traspasada de pulsiones emocionales, fusiones imaginativas, sintaxis propias. Es verdad que la paradoja suele dominar más que el silogismo, y la coincidentia oppositorum se resuelve en unidades sintácticas de términos contradictorios. Algo semejante al oxímoron que tiene relación con la antítesis, pero que en este caso no reformula los términos sino que produce una tensión de coherencia semántica. Fueron cayendo los muros / pero no hubo del otro lado. O también: En lo hondo no hay raíces / hay lo arrancado.

Cabalmente, hay aforismos, paradojas, adagios, epitafios, “pensamientos”, pero son términos que sólo podemos tomar como referencias, porque hay algo más, algo muy simple: poesía y pensamiento que se entrelazan cuidando de no tragarse la una al otro. Ya en sus libros anteriores Brasa Blanca y Sonata de Violoncelo y Lilas, encontramos definiciones de un alto valor poético que suenan absurdidades sin serlo. Es que lo alto no está en lo alto / está no estando. Pero ya desde los mencionados libros Hugo Mujica orienta sus poderes, heroicamente, hacia el establecimiento de similitudes u oposiciones, en que substituye, opone y especifica, para instaurar signos que por su propia exigüidad adquieren la mayor validez. Con dos, tres, cuatro versos entreabre un mundo que no podría manifestar un poema de cien versos. Mundo de sedimentos, que, si henchido, será intolerable. Lo rotundo no cabe aquí; siempre subsisten extraños fenómenos, contingencias, dimensiones inconscientes: la más inflexible estructura no puede substituir el gorgoteo incesante y recóndito que se produce en el fondo del espíritu. Son extremos del pensamiento que se tocan y polarizan.

Estamos acostumbrados, en general, a poemas como copas desbordantes que gotean con profusión, siempre hay palabras excesivas, frondosidad de imágenes, y si hay decantaciones, son más bien retoricas. Los poemas de Hugo Mujica están contenidos al ras, es el poeta al borde que arriesga el des-borde y lo salva con maestría admirable. Poeta penitencial que tala y desborda inexorablemente, hasta llegar a la desnudez suma, al centro de la ausencia: poeta que nos ofrece pentagramas, de un silencio cada vez más profundo en que se conjugan el dios con el hombre, el ser con la nada, la carne con la muerte. Vaya hacia él nuestro reconocimiento porque nos interna en un camino distinto que nos consume tal vez, pero que nos acerca, de círculo en círculo, al misterio, cada vez mayor, de la poesía plena.

HUMBERTO DIAZ-CASANUEVA
Abril 1986. Santiago de Chile.

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