Por Julián Gutiérrez
Abrir los ojos y ver la oscuridad que nos
lleva.
(Gonzalo Millán)
Baldío es la más reciente publicación del
destacado escritor y académico chileno, Naín Nómez. Se trata de un poema largo,
escrito en pleno desarrollo de la pandemia (12 de mayo de 2020, según fecha que
se indica al final del texto) y, en tal sentido, constituye un sobrecogedor
testimonio poético de dicha catástrofe. Su título alude a La tierra baldía
de T.S. Eliot, vínculo reafirmado por la incorporación del epígrafe en inglés (I
had not thought had undone so many) que, según la traducción de José Luis
Palomares, corresponde al verso 63 de la sección I (“El entierro de los muertos”)
y dice: “jamás pensé que la muerte hubiera deshecho a tantos”. Estas intertextualidades,
a mi modo de ver, anuncian la situación de vaciamiento que Baldío transmite
y la formidable conciencia que su autor despliega frente a un siglo que aparenta
presentarse tan aterrador como el de The Waste Land (1922).
“Cuando despertó / la pandemia todavía seguía
allí”. Así comienza Nómez su poema y, a través de los 262 versos que lo
componen, va desarrollando una suerte de crónica frontal y conmovedora asociada
a la epidemia en curso. El hablante, que vuelve del sueño o pesadilla de una
realidad espantosa, despierta en medio del pavor de una situación espectral y,
luego de rememorar una serie obras literarias y fílmicas que sitúan a la
humanidad en la antesala del infierno –como el clásico cuento de Monterroso, La
peste de Camus, El año de la peste de Defoe, Contagio de
Soderbergh y El hundimiento del Titanic de Enzensberger– avanza en un
recorrido descarnado por la situación que observa:
un desfile de fantasmas con mascarilla
sin manos sin labios sin lengua
sin rostro casi sin piel
los nuevos intocables
de una secta invisible
que dejan mensajes
en aparatos que nadie escucha
casi sin cuerpo
De esta manera se va configurando una elocuente imagen
de la distopía. Aquella de la sociedad del control, confinada y subsumida en el
miedo, y esa de la muerte desprovista de toda ilusión: “los caídos ya no pueden
ser felices / o infelices / ni siquiera tienen ataúd / o ceremonias del adiós”.
Una idea de la vacuidad extendida y palpable que el sujeto poético rastrea (“como
toda persona letrada”) directamente en el presente y a través de una diversidad
de obras que advierten el derrumbe de esta “modernidad ostentosa”: de la
“comunidad inmune” y del “tecno patriarcado”. Esa que, después de tanta
terquedad, ahora confluye, desnuda y de golpe ante los ojos, sin más: como un
probable desenlace “bajo el hervor creciente / de un sol moribundo”. Visión de la
“tragedia planetaria” que puede ser tomada como un aviso de final: nuestro apocalipsis,
pero con algo de esa “Ciudad Irreal” eliotiana.
Hay en esta entrega de Naín Nómez, entonces, además
de la “mesurada conciencia verbal” que muy bien destaca Fernando Moreno en el
acto de presentación del libro realizado el 17 de diciembre de 2020, una crónica
portentosa del naufragio civilizatorio y una clara advertencia de la “vía
falsa” que ha tomado la humanidad hasta ahora. Pues, como lo hace notar Grínor
Rojo en la contratapa, “la pandemia no es un accidente … sino un capítulo y
pudiera ser el último y más horrendo, en una sucesión de catástrofes, todas
ellas atribuibles a [citando un verso de Baldío] “nuestra insoportable
levedad de existir”. Aquí algunos versos del poema que, junto con interpelar al
lector, constituyen un directo cuestionamiento a las posibilidades de
subsistencia humana en esta tierra:
¿Qué nos espera?
¿Cuándo será la próxima
pandemia?
¿un planeta sin agua ni
alimentos
el baldío irreversible?
¿la radiación la guerra?
¿el frío y el calor recargado?
¿el fin de todas las predicciones?
¿el auto exterminio total?
Baldío es, como se podrá ver, el
testimonio de una crisis y el reflejo de una conciencia que, a través de un
lenguaje más mesurado, transparente y conciso del autor, logra viabilizar una
percepción condensada y crítica. Capaz de hacer confluir, no sólo el apremiante
tiempo presente, sino también las huellas de una (im)posibilidad inscrita en la
memoria histórica y literaria misma. Conciencia ética y autoconciencia, como
diría Eduardo Milán. Y, por lo tanto, se trata de una sensibilidad unificada
del tiempo y de la escritura, que pone en tensión y diálogo tanto la tradición
como el contexto específico que le toca asumir al autor. Rescatando, así,
finalmente, la condición crítica de la escritura. Una escritura que –como cada
vez menos– sabe, se sabe y, desde ahí, enfrentada al inminente vacío, no deja
de cuestionar(nos): “¿Mutaremos?”. Cabe aquí la esperanza.
Referencias:
Millán, Gonzalo. La ciudad. Santiago:
Norma, 2007.
Eliot, T.S. La tierra baldía. Ed. Viorica
Patea (trad. J.L. Palomares). Madrid: Cátedra, 2009.
Milán, Eduardo. Justificación material. México
DF: Universidad de la Ciudad de México, 2004.
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Naín Nómez (Talca, 1944). Profesor de
Excelencia en la Universidad de Santiago de Chile, con estudios de filosofía y
literatura en las Universidades de Chile, Carleton (M.G.) y Toronto (Ph. D.) en
Canadá. Perteneció al grupo “Escuela de Santiago”. Entre sus publicaciones
poéticas destacan: Historias del reino vigilado (1981), Países como
puentes levadizos (1986), El fuego va borrando (1989), Movimientos
de las salamandras (1999), Exilios de la medusa (2015), Historias
del reino vigilado (reedición corregida, 2018) y Baldío (2020).
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