sábado, 2 de febrero de 2008

ENTREVISTA AL POETA PABLO GUIÑEZ: "La poesía del 50 busca reconstruir la idea del Hombre Total".


Por Julián Gutiérrez

“Yo estoy muy lejos. Sol. Nadando en raíces. / Queriendo perforar, ir hacia el agua/ y recorrer la piedra y su lamento”

Radicado en Maipú desde el año 1999, Pablo Guíñez continúa su trayectoria de más de cincuenta años de infatigable trabajo de investigación y creación. Profesor y poeta, nace en Lumaco el 30 de junio de 1929. Se inicia como escritor en 1942 e ingresa a la tradición literaria, diez años más tarde, con la publicación de Miraje Solitario (1952). Así se incorpora al proceso de renovación poética iniciado en Chile desde 1940 en adelante.

Junto a escritores de su generación, como Enrique Lihn, Efraín Barqueros, Jorge Teillier y Rolando Cárdenas, Pablo Guíñez se ha ganado un importante lugar en el heterogéneo y multifacético espectro cultural de su época. Ocho poemas para una ventana (1956), Afonía Total (1967), Fundación de las Aguas (1973), Territorio Celeste (1996), La Rosa Devorada (1998), Canción lenta en un tiempo de balada (2001) son algunos de los títulos que componen su reconocida obra. La que además de ser traducida a varios idiomas, ha sido premiada en diferentes concursos y bastamente leída por la crítica.

Hoy, convertido en uno de los principales poetas chilenos del siglo XX y recientemente homenajeado por la Universidad Mayor, Guíñez nos habla de su personal visión creativa.

-¿De qué generación se siente usted parte?
-Por mi formación y referencias, pertenezco a la generación del 50, llamada, también, la del “realismo mágico”; término acuñado por Cedomil Goic para denominar a la tercera generación suprarrealista. Y aunque algunos me supeditan a la obra de Teillier, sonrío, por iniciarse mi poesía en 1942 cuando escribo Elogio del árbol conceptual.

-¿Cuál cree usted que es el proyecto poético de la generación del 50?
-La poesía del 50 busca reconstruir la idea del “Hombre Total”. El hombre de aquel entonces se encontraba escindido por la guerra y por todos los conflictos sociales que habían en el mundo. Por la pugna entre el proletariado y el capitalismo, por toda la disolución que se vive en el continente americano. Esto buscaba resolver la poesía del 50, tratando de reconstruir al hombre en su totalidad y apuntándole a partir de su experiencia inmediata que viene a ser lo lárico, el restablecimiento del hogar.

-¿Y cuál es su propuesta poética?
-Corresponder a la proposición: “Nada de lo humano me es ajeno”. Partiendo por la recuperación de la palabra y vinculando a ésta con todos los aconteceres de la humanidad, del espacio ecológico y del suceder universal. Delimitando en cada momento las circunstancias, las situaciones, en que los hechos se provocan. Me interesa la política, lo mismo que los fenómenos naturales y las reflexiones surgidas de las disciplinas que elabora el hombre.

-¿Qué es lo que considera determinante en el proceso creativo?
-Audacia, información y coraje al enfrentar la vida; laureadas, ricas e intensas experiencias; amor por lo que se enfrenta, perseverancia, voluntad y mucha resistencia: nunca renunciar a la capacidad de asombro. Simpatía, empatía y alteridad congracian al ser del poeta con el mundo. Por algo, tempranamente escribí a los 13 años, en 1942: “la tierra en árboles de nadie es un hogar sin pan, sin calor y sin lumbre”.

-¿Por qué “En el poema crece la palabra. / Y la palabra canta, como un pájaro / afirmada en el arco primitivo / que desnuda la sangre”?
-El hombre es el ser instalado en el tiempo por medio de la palabra y de esta palabra procede el aliento creador. En un verso del libro Ocho poemas para una ventana, digo: “de la palabra asoma una ventana”. Es decir, la palabra es lo que ilumina y funda el universo, nosotros somos esencialmente palabra y de esta palabra está dicha toda la historia. Por algo la sentencia bíblica dice que “la palabra es la morada del hombre”.

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