De cómo hablamos o nos referimos a ciertos autores del gusto personal, por lo general dicta distancia entre lo que realmente pensamos y traducimos en nuestro discurso oral o escrito. Ahondando en eso y en lo vital que significa el discurso personal y público sobre la poesía o la escritura. Es que generalmente caemos en errores conceptuales de apreciación o se dejan entrever las malformaciones intuitivas del cómo comentamos o vemos ciertas escrituras.
La formalidad en ciertos aspectos es condenada, relegada o castigada por darse el tiempo de mostrar el manejo o la cita de autores, que quiérase o no, son elementales para nuestra propia creación. Debe ser por esto y otras razones que la crónica, la apreciación poética, la filosofía personal decantada en escritos, comentarios y publicaciones no resuena con el eco necesario, no encuentra el espacio físico. Pero en realidad más que no encontrar lo anterior, no encuentra el nicho en los lectores, en la creación del prójimo escritor que de por si, aumentaría su acervo y voluntad de indagar y abrir nuevos cauces creativos.
Con agrado y gusto leo Elogio de la Melancolía de Amando Roa, un libro de comentarios literarios sobre poetas y prosistas que el autor en cuestión, considera elementales para su creación personal. Es decir habla en este libro sobre la escritura que lo hace activar su propia emocionalidad creativa. Se aprecia la necesidad de identificar los conectores que producen en el autor sencillamente las ganas de escribir, los deseos de graficar en ideas lo que piensa de la poesía citada y de sus autores. Me parece un libro lúcido, no por el gesto de citar lo leído, si no, que se refleja en la filosofía personal de Roa con respecto a revitalizar la mirada sobre si mismo con sus lecturas. Escasamente se ven acciones escriturales como estas en nuestro Chile actual, más bien, se constata que los grupos poéticos (generaciones, movimientos, autores jóvenes) se actualizan a si mismos con herramientas rudimentarias o la plantilla que entrega una universidad para apreciar la creación literaria. La naturalidad entonces se repliega de manera obligada.
Lo de Roa es en cierta medida la constatación de que existe un fuego anterior que moviliza la escritura, que la mueve y regenera hasta nuestros días. Apreciaciones sobre autores como: Ungaretti, Borges, Berryman o pasajes de obras insignes como; La Odisea o la sencilla entrevista con autores como Panero o una mirada a la visita a Borges en su casa de Buenos Aires, momento de pubertad del autor, dan forma a un libro testimonial y también sorpresivo. Un libro vertiginoso, lúdico en la intelectualidad del autor, como si cada tramo no estuviese pensado para agradar si no para agradarse a si mismo. Sería entonces la conversación de Roa en cualquier espacio de su casa, sin el matiz de la cátedra, si no, el arco iris que va desde encender un cigarrillo hasta el gesto de dirigirse a la estantería de su biblioteca, inclinar la cabeza y leer el lomo de un libro para sacarlo y citar el poema necesario. En realidad la lectura de Elogio de la Melancolía se hace cotidiana como leer un par de poemas en la mañana antes de partir al trabajo.
Este libro por su esencia nos ayuda a entrar en vitales escrituras, nos da el empujoncito para indagar de manera personal en los autores que Roa retrata desde su fina e intelectual apreciación. Digamos que también nos ayuda a acercarnos más con la misma poesía del autor y a generar un solo compendio de lo que Roa ha aportado a la poesía chilena. Pocos libros como estos nacen en el Chile actual, y se encuadra con gestos como las Prosas de Teillier, El Circo en Llamas de Lihn, Leído y Anotado de Pedro Lastra y así suma y sigue. Todos gestos escasos en la actualidad.
Hablo de Elogio de la Melancolía por la necesidad de conversación a la distancia con el autor y con los autores que en este reviven. Y así como Roa charla con ellos yo también hago otro tanto y así suma y sigue.
Por Cristián Cruz
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